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La soledad no es un problema específico de la tercera edad: cualquier persona puede sentirse sola, muy especialmente en la adolescencia, pero también en la mediana edad. Sin embargo, la vejez favorece todos aquellos factores que hacen de la soledad uno de los grandes males de nuestro tiempo, por lo que los ancianos está especialmente predispuestos a sufrir las peores consecuencias de este sentimiento tan difícil de definir.

Muchas personas mayores llegan a la soledad después de muchos años de vivir solas, pero el sentimiento de soledad no depende exclusivamente de este hecho; se relaciona sobre todo con el sentimiento de exclusión, de ser incomprendida o rechazada por los demás, de permanecer al margen de las interacciones que viven los demás y no tener la necesaria compañía para realizar determinadas actividades, físicas o intelectuales, ni para gozar de intimidad emocional.

Según un estudio del IMSERSO, alrededor del 14 por ciento de las personas mayores que viven en sus casas se encuentran sola, aunque esta circunstancia (en muchos casos elegida voluntariamente) no siempre implica una vivencia desagradable para el individuo. La soledad subjetiva es un sentimiento negativo que padecen las personas que se sienten solas; es un sentimiento doloroso y temido, y nunca es una situación elegida. En muchos casos, este sentimiento aparece como consecuencia de pérdidas, disminución de la participación de actividades sociales y sensación de fracaso.

La soledad transitoria, como la soledad crónica ejercen un efecto negativo en el estado de salud, de la siguiente forma:

  • A nivel fisiológico e inmunológico:

– Enfermedades coronarias y vasculares.

– Mayor riesgo de resfriados, catarros, gripes y neumonías.

  • A nivel psicológico y emocional:

– Hostilidad, resentimiento y tristeza.

– Ansiedad.

– Mayor riesgo de depresión.

– Déficit en la percepción de autoconcepto y del sentimiento de autoestima.

– Mayor deterioro cognitivo y mental.

  • A nivel conductual:

– Mayor riesgo a adicciones (alcohol).

– Trastornos del sueño (insomnio).

– Trastornos alimentarios: incremento de obesidad.

– Mayor riesgo de sufrir accidentes domésticos.

  • A nivel social:

– Aislamiento y déficit en las interacciones sociales.

  • A nivel de mortandad:

–  Aumento de la ideación suicida

– Mayor riesgo de morir prematuramente

La prevalencia de soledad no deseada es suficientemente importante para que se haga necesario elaborar programas psicosociales dirigidos a mejorar la calidad de vida de los mayores.

Sin duda, es necesario prevenir el problema de la soledad en la tercera edad, así como su seguridad, debiéndose incrementar proyectos dirigidos a fomentar la capacidad psicológica y funcional de nuestros mayores, adaptándolos a su entorno cultural y personal, principios todos ellos del paradigma del Envejecimiento Activo.

 

 

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