La diabetes en la tercera edad
La diabetes es una enfermedad que aumenta con la edad, y se calcula que actualmente el 40% de las personas que sufren diabetes son mayores de 65 años. Según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), el 50% de los ancianos con diabetes no está diagnosticado. Esto es debido a que las manifestaciones atípicas de esta enfermedad a partir de cierta edad dificultan su diagnóstico y control.
¿Qué es la diabetes?
Es una enfermedad relacionada con la glucosa, cuyos valores en sangre son más elevados de lo normal. La glucosa es azúcar que ingerimos a través de los alimentos que consumimos. Y la encargada de transportar esa glucosa a las células para administrarles la energía es la insulina, que la produce el páncreas. En el momento que el cuerpo no es capaz de producir por sí solo la insulina que necesita, la glucosa termina quedándose en la sangre, dejando de suministrarla a las células.
La diabetes en la tercera edad puede tener graves complicaciones, ya que afecta gravemente el bienestar de nuestros mayores, acelerando el envejecimiento y restando calidad de vida.
Los principales factores de riesgo para la diabetes incluyen la edad, el sobrepeso, la predisposición genética y la reducción de los niveles de actividad.
Tipos de diabetes
La diabetes Tipo 1 se identifica con aquella que necesita insulina, y afecta mayoritariamente a niños y jóvenes. Aparece de forma aguda y rápida, y se asocia a síntomas como beber y orinar con mucha frecuencia, y con pérdida de peso. Supone el 10% del total de los casos de diabetes.
La diabetes Tipo 2 se vincula a una mayor edad, y es más silente, con muy pocos síntomas. Se descubre en muchas ocasiones de forma casual, y puede permanecer ignorada durante años. Representa el 90% de los casos de diabetes.
Síntomas de la diabetes en la tercera edad
La forma de presentarse de esta enfermedad dependerá de la cantidad de azúcar en sangre, de otras patologías, y del estado de salud general de la persona. Los síntomas más comunes en las personas mayores son:
- Fatiga general
- Aumento de la sensación de sed
- Llagas que tardan en curarse
- Visión borrosa
- Incremento del apetito
- Pérdida de peso
- Entumecimiento y/o hormigueo de pies y manos
- Orinar con mucha frecuencia
- Úlceras que demoran en cicatrizar
- Infecciones recurrentes
- Cambios de humor, mayor irritabilidad
En cualquier caso, recomendamos acudir al especialista para el correcto diagnóstico de la enfermedad, y su tratamiento.
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